La extensa trayectoria de José María Mezquita (Zamora, 1946) la asociamos a una constante y esencial búsqueda de una obra que toma como referente directo su ciudad natal, abarcando la plenitud de sus paisajes y la experiencia vital de sus paisanos. Esta propuesta se puede abordar también desde la relación que el pintor mantiene con una de las figuras capitales del realismo contemporáneo español: Antonio López.
En efecto, a José María Mezquita se le identifica como uno de los miembros más destacados de aquel realismo joven que, a principios de los setenta, emergió de la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando, de la mano de su gran maestro. Pero también nos encontramos ante un pintor culto, solitario y silencioso, que ha sabido construir un mundo propio a través de la pintura.
En esta ocasión, Juan Manuel Martín Robles, comisario de la exposición y director del MUREC de Almería, ha seleccionado noventa obras realizadas durante los veinticinco últimos años del artista, desde 1997 a 2020. En esta muestra, el pintor plasma la realidad a través de una técnica depurada, meticulosa, detallista y sensorial, muy alejada del hiperrealismo. Se busca, por encima de todo, hacer visible la emoción y la esencia humana.
Mediante cuatro apartados, Mezquita logra presentar ciertos elementos naturales que caracterizan su admirado paisaje zamorano. La visión de la naturaleza, el espacio doméstico, los espacios comerciales (tiendas) y los espacios industriales (fábricas y almacenes) forman parte de su memoria. Se trata de una producción que, a través de una figuración de talante sosegado, remite a la poética de la concentración y a la estética del silencio.
Centrado en la plasmación de la realidad, José María Mezquita prescinde de todo lo accesorio. Ahí reside su mayor apuesta: una observación vital sintetizada a través de óleos y, en su gran mayoría, acuarelas.
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